lunes, 21 de abril de 2014

Memorias reencontradas, una parte.

Destapando antiguos recuerdos para limpiar de papeleo mi microcosmos, he descubierto algo bastante más interesante que mis viejos dibujitos, cuentos, actividades...
Cuanto más cercana estaba la época a la actual, más color perdía.
Mis trabajos perdieron color, creatividad. Me empezaron a prohibir colorear los márgenes y las letras, decorar los enunciados, crear inocentes bromas en los títulos...
Sí, de acuerdo, no es presentable un trabajo con monos azules en los márgenes que saluden alegres. Pese a todo, ahora siento más que nunca como palpita la herida que quedó en mi espalda cuando cortaron mis alas. Antes veía colores, veía oportunidades en todas partes. Creaba mis propios castillos. Mis libretas aún me sorprenden con la capacidad de divertir y de soñar que se desprende de la tinta que esa persona anterior en mí dejaba a su paso. Duele la tierra bajo las uñas intentando sacar del fondo aquel arcoiris de espontaneidad que ahora, con los ojos tan abiertos, se antoja invisible.

¿Será esto de lo que hablan? Ese sistema educativo que no pierde el tiempo desarrollando oleadas de creatividad, imaginación, diversión, magia... ¿Para qué gastar el tiempo en ello? Es más fácil convertir diferencias en estructuras sistemáticas, robots grises, de mirada perdida, que sepan mover los engranajes invisibles, los cables, los brazos del sistema. Que sepan obedecer sin rechistar, manipular sin romper, tragar sin llorar. En eso nos convierten.
Soy uno de esos productos. Pero quiero seguir resistiendo, hasta encontrarme a mí mismo de nuevo, lejos de las garras mecánicas de los que no quieren cosmogonías libertarias, independientes a su estructura jerarquizada al punto. Quizás, pueda volver a aquella pureza si logro limpiar la hiedra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario