La música activa el sensor de la piel con complejo de erizo.
La saboreas, es dulce, es sabrosa, es intensa.
La tocas, la acaricias, la alcanzas, la rozas con las puntas de los dedos, donde cosquillean las ideas sin palabras que quieren volar en la nube melodiosa.
La ves brillar, huele a chispas de oro, a emoción que se cría en la luz de una bengala.
Es el sexto sentido, el más vívido. Se esconde entre la realidad, tosiendo ondas de calidez y lágrimas que se antojan invisibles a la sinestesia. Nunca la pierdas.
Las estrellas se acoplan en mi retina, se han desprendido de mis
pestañas, mis alas desean alzar el vuelo y abrazar la esencia de cada
melodía que se filtra sin miramientos por las fibras de mi espíritu
sensible y deshilachado.
Pájaros áureos.
A.